martes, 18 de septiembre de 2007

Indignación

Por fin un amigo nos devuelve los libros prestados —ediciones que hemos anotado profusamente de “El escritor y sus fantasmas”, “Uno y el universo” y “Heterodoxia”—, y nos advierte: no pude resistir la tentación y me tomé la libertad de agregarles yo también algunas anotaciones propias. Sostenemos los libros, aún sin decidirnos a darles importancia, y percibimos que no sólo los ha anotado sino que ha marcado varias hojas con boletos de colectivo, que asoman desprolijos. Vemos también que hubo casos más extremos, más apremiantes: algunas esquinas de las hojas están dobladas, operando como flechas.

Abrimos una hoja al azar y sentimos esa típica indignación de los lectores voraces cuando descubren que otro se ha detenido donde ellos han pasado groseramente de largo.

2 comentarios:

Martín dijo...

Nada provoca más desazón que un apunte de la facultad, que llega a nuestras manos, subrayado y comentado en sus márgenes. Uno emplea más tiempo en interpretar porqué un desconocido lector, que nos precedió en la misma lectura, subrayó y comentó párrafos enteros que por el grosor del trazo no quedan dudas que lo consideró esencial, y que si fuera por nosotros lo declararíamos obsoleto de entrada: lo que era un párrafo menos a tener en cuenta, se convirtió en una duda eterna, en la picadura de un aguijón venenoso que no dejará de latir hasta que cerremos el apunte dejando atrás la palabra final.

Anónimo dijo...

Yo estoy harto de que no me devuelvan los libros prestados, por eso les hago firmar un documento.... saludos